“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia
delante de Dios… y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESÚS.”Lucas 1:30-31.
Lucas 1:5-38; Mateo 1:18-25
Sería de extrañarse que un suceso tan trascendental como el nacimiento
del Mesías no hubiera sido anunciado clara y específicamente por Dios.
“Sus detalles, que eran de carácter sobrenatural, necesitaban una
aclaración que también fuera sobrenatural; de lo contrario, no habrían
sido dignos de creerse”. Los evangelios presentan tres anunciaciones,
dirigidas respectivamente a Zacarías, a María y a José. Lucas relata las
dos primeras, y Mateo relata la tercera. Lucas menciona el nombre del
ángel, Gabriel (“varón de Dios”); en cambio, Mateo se limita a decir:
“Un ángel del Señor”.
1. La anunciación del nacimiento del precursor(Lucas 1:5-25). El
nacimiento de Juan es anunciado con palabras casi tan majestuosas como
las reservadas a Jesús. Esto se debe a que Juan fue el heraldo del
Mesías, el vínculo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, el hombre más
grande de su época (Lucas 7:28). No obstante, Lucas añade a la
narración diversas profecías relativas a la singular importancia de
Jesús (Lucas 2:22-38), y de esta forma señala la trascendencia de su
persona y misión.
Zacarías y su esposa Elisabet vivían en la región montañosa situada al
sur de Jerusalén. Pertenecían al linaje sacerdotal y eran devotos
miembros de la antigua dispensación. Su vida intachable y su piedad no
los habían eximido de pesares, ya que no tenían hijos y eran ancianos.
Además, en aquellos tiempos se creía que la esterilidad era evidencia de
que la pareja no había agradado a Dios.
En cierta ocasión, le tocó en suerte a Zacarías entrar en el lugar
santo del templo para quemar incienso sobre el altar a la hora de la
oración. Es probable que fuera su única oportunidad de actuar como
sacerdote, puesto que el oficio sacerdotal era hereditario y había unos
veinte mil descendientes de Aarón. No todos podían servir en el templo,
de modo que era necesario escoger a la suerte a quienes lo harían. Se
permitía que un sacerdote oficiara en el santuario una sola vez en su
vida, por lo cual esta ocasión debe haber sido el momento supremo en su
vida, por lo cual esta ocasión debe de haber sido el momento supremo en
la existencia de Zacarías.
Al elevarse la nube de incienso, símbolo de que eran aceptadas las
súplicas de los adoradores, se le apareció un ángel al anciano
sacerdote. Le aseguró que su petición había sido escuchada y que su
esposa daría a luz un hijo. ¿Le pidió Zacarías a Dios que le diera un
hijo? La incredulidad que manifestó el anciano al reaccionar parece
desmentir tal interpretación. Es probable que orara por la redención de
Israel; esto es, por la venida de Cristo. Cuando el ángel habla del
nacimiento del precursor, lo relaciona con la próxima aparición del
Mesías, cumplimiento de la súplica que estaba en el corazón de todos los
israelitas piadosos.
El hijo prometido se llamaría Juan (“Jehová da gracia”), y prepararía
el camino para la venida del Señor. Sería nazareo, y por tanto, apartado
para servir a Dios; además, el Espíritu lo capacitaría para cumplir su
misión. Su gran tarea sería nacer que los corazones de los hombres se
volviesen a Dios. Actuaría “con el espíritu y el poder de Elías”, el
cual se destacó por su valentía, fogosidad y severidad en su lucha
contra el pecado. La expresión “para hacer volver los corazones de los
padres a los hijos” (versículo 17) parece significar que haría volver a
los descendientes de los patriarcas a su antigua fe.
Este anuncio era demasiado bueno para que Zacarías lo creyera
inmediatamente, por lo que pidió una confirmación. El ángel le respondió
dándole su nombre, su misión y una señal. Esta sirve a la vez de
censura y de bendición. Gabriel, que así se llama el ángel, censura la
incredulidad del sacerdote, y al mismo tiempo fortalece su fe para que
reciba la promesa. Su lengua permanecerá muda hasta que se cumplan las
palabras del ángel; entonces prorrumpirá en una jubilosa acción de
gracias.
Pronto comienza a cumplirse la promesa de Gabriel. Elisabet se oculta
cinco meses, probablemente porque no quiere que la vean hasta que sea
obvio para todos que Dios le ha quitado su esterilidad y ha cumplido su
promesa.
2. La anunciación a María del nacimiento de Jesús(Lucas 1:26-38). Al
leer este pasaje, tenemos que exclamar con el Apóstol:
“Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad”. Con gran
dignidad y exquisita delicadeza, Lucas narra el anuncio del ángel
referente al nacimiento de Jesús. Esta vez no se aparece en Jerusalén,
sino en una oscura aldea de Galilea; no en un magnífico templo, sino en
un humilde hogar. La predicción encierra la culminación de las profecías
del Antiguo Testamento y “revela el misterio supremo de la fe
cristiana; a saber, la naturaleza de nuestro Señor, humana y divina a la
vez”.
Era necesario que María supiera lo que le iba a pasar. Estaba
comprometida con José. En aquellos tiempos el compromiso duraba un año, y
durante este período eran considerados marido y mujer, aunque aún no
convivían. El compromiso era tan serio como el mismo matrimonio, y sólo
el divorcio lo podía disolver (véase Deuteronomio 22:20-24). El anuncio
le presentó a María un problema delicado. ¿Qué pensaría José de su
embarazo?
“¡Salve(o “te saludo”), muy favorecida!” es la traducción correcta de
la salutación de Gabriel. La traducción “llena de gracia”, que se
encuentra en algunas versiones de la Biblia, insinúa que María es “una
fuente de gracia”, algo que es contrario al sentido de la expresión del
ángel. María fue alguien que recibió el favor divino; no una fuente de
la gracia para dispensarla a los demás. La gracia que recibió consistía
en haber sido elegida para ser la madre del unigénito Hijo de Dios,
privilegio singular que ha hecho de ella la más bendita entre todas las
mujeres.
María sintió temor ante el mensajero celestial. En su modestia, le
extrañaban los elogiosos términos del saludo, pero la sorprendió mucho
más el anuncio de que concebiría y daría a luz un hijo, a quien pondría
por nombre “Jesús” (nombre griego que es equivalente al hebreo “Josué”,
el cual significa “Jehová es salvación” o “Salvador”). Este hijo sería
el heredero del trono de David, pero no se trataría de un simple rey
terrenal adoptado por Dios, sino del “Hijo del Altísimo”, y su reinado
sería eterno.
No debemos considerar la pregunta de María (versículo 34) una expresión
de incredulidad, como el caso de Zacarías. Es probable que ella
entendiera que iba a concebir de inmediato, y no comprendiera cómo iba a
ser esto posible sin la intervención de un varón. El ángel le explicó
que el Espíritu Santo vendría sobre ella, como la nube de gloria había
descendido sobre el antiguo tabernáculo de Israel, y que su hijo sería
“santo” (esto es, no heredaría la naturaleza caída de la que participa
todo el resto de la humanidad). María concebiría por un acto creativo
del Espíritu en su cuerpo. Como confirmación de sus palabras, Gabriel le
refirió el milagro ya experimentado por su parienta Elisabet.
La fe y la sumisión de María son hermosas. Esta sencilla doncella se
considera como la esclava del Señor, y está dispuesta a obedecerlo,
aunque sabe que estará expuesta a los chismes de sus vecinos, al
malentendido de su novio e incluso a un posible repudio por parte de él.
Sin embargo, los que confían en las promesas de Dios se someten a su
voluntad y miran más allá del oprobio; así alcanzan por fe la gloria
venidera. María sería la madre del Hijo de Dios. No cabe duda alguna de
que el nacimiento virginal es un concepto difícil de armonizar con los
procesos biológicos conocidos. Sin embargo, ¿acaso la ciencia lo sabe
todo? Lo cierto es que el nacimiento virginal no es un obstáculo más
formidable a la fe que la resurrección de Cristo, y la ciencia tampoco
puede explicar este fenómeno.
La negación de la doctrina de la encarnación tiene por consecuencia la
creación de un misterio aun más grande. ¿Cómo se podría explicar
satisfactoriamente el lecho incontrovertible de que Jesucristo no
cometió pecado alguno? ¿Cómo explicar que Él es el Dios-hombre? Además
de esto, si podemos aceptar el milagro de la encarnación, ¿hay razones
para que nos cueste aceptar los medios sobrenaturales que empleó Dios en
su realización? Dios sí puede hacer milagros. Si no pudiera, dejaría de
ser Dios.
3. El cántico de María(Lucas 1:39-56). Mientras oía el anuncio del
ángel, crecieron en el interior de María una gran cantidad de extraños
sentimientos. Quería compartir la noticia con una persona muy allegada,
alguien de su propio sexo que la creyera y comprendiera su situación.
Tal vez estuviera ansiosa también de confirmar lo que había dicho
Gabriel acerca de su parienta. Por eso se apresuró a ir hasta la casa de
Elisabet, aunque el viaje era algo largo.
Cuando Elisabet oyó la salutación de María, la criatura que llevaba en
su vientre saltó de gozo, y ella fue llena del Espíritu, comenzando a
hablar en lenguaje profético. Sólo por revelación del Espíritu pudo ella
tener tan asombroso conocimiento de la concepción sobrenatural de
Jesús, lo cual sirvió para confirmarle a María el mensaje del ángel.
El cántico de María en esta ocasión recibe el nombre de “Magníficat”.
Esta es la primera palabra de su versión en latín, traducida por la
palabra “engrandece” en castellano. El himno está saturado de citas del
Antiguo Testamento y sigue la pauta del cántico de Ana (1 Samuel
2:1-10). Está dividido en cuatro estrofas.
a)Alaba a Dios por haberla bendecido (versículo 46-48). ¿Se glorifica
María a sí misma en este grandioso cántico? Por el contrario, afirma que
todas las generaciones la llamarán bienaventurada; esto es, feliz o
afortunada. Se maravillan de que una persona tan poco importante e
indigna haya sido escogida por Dios para ser la madre de su Hijo.
Al mismo tiempo, se reconoce como una persona que conoce el pecado,
puesto que llama a Dios “mi Salvador”. Un gran teólogo de la Edad Media
sostuvo que si Dios es el Salvador de María, eso quiere decir que la
salvó del pecado; por tanto, María no era incapaz de pecar, ni había
sido concebida inmaculada.
b) Alaba a Dios por su poder, santidad y misericordia eterna
(versículos 49, 50). Se regocija en la grandeza del poder que Él ha
manifestado con ella y en la misericordia que ha mostrado para con su
pueblo a lo largo de los siglos.
c)Alaba a Dios, porque su misericordia y su juicio se extienden a toda
clase de personas (versículos 51-53). Esta parte del himno respira un
espíritu de innovación total. El hecho de que Dios escogiera a una
humilde doncella, comprometida con un pobre carpintero de Nazaret era
algo ciertamente inusitado. María lo interpretó como indicio de que Dios
estaba respondiendo a las injusticias y tristezas del mundo; como una
señal de que Él transformaría el orden religioso y social imperante en
aquellos tiempos. Sus palabras revelan una clara visión profética de los
tiempos mesiánicos (véase Daniel 2:34, 35, 44). Estas profundas
transformaciones suceden también en el tiempo presente, cada vez que los
hombres deciden creer y servir a Cristo.
d) Alaba a Dios porque ha bendecido a Israel(versículos 54 y 55). Esta
parte del cántico “subraya la fidelidad de Dios a sus antiguas promesas,
que María ve cumplidas en el nacimiento de su Hijo” Con todo, María no
piensa solamente en la gracia de Dios sobre Israel, sino que también ve
la gracia que toda la humanidad alcanzará por medio de su pueblo (véanse
Génesis 12:3; 22:18).
4. El anuncio del ángel a José(Mateo 1:18-25). El relato de Mateo en
cuanto al nacimiento de Jesús es completamente independiente de Lucas.
Este narra la historia desde el punto de vista de María, mientras que
Mateo lo hace desde el punto de vista de José. Sin embargo, ambos
evangelistas concuerdan en atribuir la concepción de Jesús a la obra del
Espíritu Santo en María.
No transcurre mucho tiempo antes de que José observe que María está en
cinta. Como están desposados, considera la infidelidad como adulterio.
Podemos imaginarnos la desilusión y la pena que siente José. Como es un
hombre bondadoso y no quiere armar un escándalo, resuelve separarse
secretamente de su prometida, pero Dios interviene, enviándole un ángel
que le habla en sueños. Con profundo respeto y delicadeza, el ángel le
revela a José el misterio.
En este relato se notan dos de los temas centrales en el evangelio de
Mateo: Jesús es Rey, y el Rey es rechazado. José piensa repudiar a la
futura madre del rey, y el ángel se dirige a él llamándolo “José, hijo
de David”, con lo cual hace hincapié en el linaje real y mesiánico del
futuro padre legal de Jesús.
María dará a luz un hijo, y José le debe poner por nombre Jesús. Este
había sido el nombre de Josué, el sucesor de Moisés que había conducido
al pueblo a través del Jordán y había conquistado Canaán. Sin embargo,
este nuevo Josué sería más que un libertador militar. Su misión no sería
liberarnos de la opresión política y económica, sino “salvar a su
pueblo de sus pecados”; es decir, de la culpa y el poder esclavizador de
su maldad. ¿Quiénes forman “su pueblo”? ¿Sólo Israel? A luz del Nuevo
Testamento vemos que no se limita a los judíos, la raza escogida. Su
pueblo está formado por todos aquellos que pertenecen a Dios. De esta
forma, desde el primer momento se le promete a este niño que tendrá su
propio pueblo.
A continuación, el evangelista señala que las misteriosas
circunstancias que han perturbado a José no son tan sensacionalmente
nuevas como éste ha pensado. Cita Isaías 7:14 para demostrar que el
nacimiento virginal había sido profetizado unos setecientos años antes.
Agrega también un segundo dato que proporciona el profeta: un nombre que
es tan profundo y rico como el nombre de “Jesús”: “Emanuel” (Dios con
nosotros). Su concepción sobrenatural ha tenido por consecuencia que
ahora Dios está con nosotros en la persona de Jesucristo. De esta forma,
el nombre “Jesús” señala su misión, mientras que el título “Emanuel”
habla de su naturaleza divina.
Al despertar, José hace lo que se le ha encargado. Toma a María por
esposa, pero no viven como esposos hasta que ella da a luz a su hijo
(Mateo 1:25). Luego llevan una vida conyugal normal y tienen varios
hijos: Jacobo, José, Simón y Judas, además de algunas hijas (Mateo
13:55, 56; Juan 7:3-5).
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