Rev. Luis M. Ortiz
Este fue el más dulce, glorioso y transcendental himno que jamás el
mundo escuchó. Los ángeles entonaron sus melodiosas voces en una
sinfonía de alabanzas a Dios por el glorioso nacimiento de Jesús.
“Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de
gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la
ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de
señal: Hallareis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. Y
repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes
celestiales, que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” Lucas
2:10-14. Este fue el más dulce, glorioso y transcendental himno que
jamás el mundo escuchó. Los ángeles entonaron sus melodiosas voces en
una sinfonía de alabanzas a Dios por el glorioso nacimiento de Jesús.
Dios es glorificado en cada gota de rocío que humedece el césped en la
mañana, en cada amanecer de cada nuevo día, en cada flor que luce su
belleza y exhala su fragancia, en cada avecilla que eleva sus trinos al
Creador, en cada rayo del astro rey que imparte vida luz y calor.
Toda la creación alaba y glorifica Dios como nos dice en el Salmo 148
que nos declara que Dios es alabado y glorificado desde los cielos, en
las alturas por todos sus ángeles, todos sus ejércitos, por el sol y la
luna, las lucientes estrellas, los cielos de los cielos, por las aguas
que están sobre los cielos; desde la tierra, los monstruos marinos y
todos los abismos; el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento
de tempestad; los montes y todos los collados, el árbol de fruto y
todos los cedros; la bestia y todo animal, reptiles y volátiles; los
reyes de la tierra y todos los pueblos, los príncipes y todos los jueces
de la tierra; los jóvenes y también las doncellas, los ancianos y los
niños. Pero nada trajo mayor gloria a Dios y mayor regocijo a toda la
creación que el nacimiento de Jesús en el pesebre de Belén.
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento (la expansión)
anuncia la obra de sus manos.” (Salmo 19:1). Pero aunque toda la
creación se fusione en una gigantesca sinfonía de alabanza, jamás podrá
igualar al gran cántico de la encarnación del Hijo de Dios. Jamás antes
la multitud de las huestes celestiales habían cantado: “¡Gloria a Dios
en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los
hombres!”
Hay más gloria y más melodía en el nacimiento virginal de Jesús que en
el nacimiento de todo el vasto universo con todas sus galaxias,
estrellas y soles. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno
de gracia y de verdad.” (Juan 1:14). El apóstol Pablo inspirado por el
Espíritu Santo en una magna y sublime exclamación dice: “E
indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue
manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles,
predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en
gloria.” (1 Timoteo 3:16). “Grande es el misterio de la piedad: Dios fue
manifestado en carne”
Muchos dicen que no creen, que no pueden creer porque no pueden
entender muchas cosas, porque no ven a Dios. El inmenso universo está
colmado de misterios, desde el microscópico germen en el aire que
respiramos y en el agua que tomamos, hasta los gigantescos soles y
estrellas que fulguran en el espacio a distancias inconcebibles. Los
antiguos creyeron en cuatro elementos: tierra, aire, fuego y agua; pero
en nuestro tiempo la ciencia a descubierto 103 elementos. Por mucho
tiempo se creyó que el átomo era la partícula de materia más pequeña que
existía y que era indivisible, pero en nuestro tiempo el átomo ha sido
desintegrado en sus componentes: electrones, protones, neutrones, etc.
Hay un misterio en cada gota de agua ¿qué es lo que une a dos átomos de
hidrogeno, con un átomo de oxígeno para formar una molécula de agua?,
¿por qué un saltamontes tiene doscientos sesenta dientes en su cuerpo?,
¿de dónde la lombriz de tierra saca el poder para hacer que le crezca
otra cabeza cuando le cortan la primera?, ¿por qué el caballo se levanta
con las patas delanteras primero y la vaca con las patas traseras
primero? Bueno, podríamos hacer preguntas indefinidamente y la única
respuesta que encontraríamos es que las cosas son como son, en
obediencia a las leyes establecidas por el Creador.
El propio Creador le hace unas cuantas preguntas a Job (Job 38-41) y le
dice: “¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, y dónde está
el lugar de las tinieblas…? ¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías
nacido, y es grande el número de tus días. ¿Has entrado tú en los
tesoros de la nieve, o has visto los tesoros del granizo…? ¿Por qué
camino se reparte la luz, y se esparce el viento solano sobre la tierra?
(…) ¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, o desatarás las
ligaduras de Orión?” Dios le hace a Job más de cien preguntas y cada una
encierra un misterio para el hombre.
Estamos rodeados de misterios, nadie sabe exactamente lo que es la
electricidad; se sabe conducir, se sabe aplicar en distintos y diversos
usos pero nadie lo sabe explicar qué es. Si esto es así en el mundo
físico y material el cual vemos, palpamos y utilizamos; los misterios en
el mundo espiritual son mayores y están fuera de nuestra comprensión y
dominio. “Indiscutiblemente grande es el misterio de la piedad: Dios fue
manifestado en carne”.
Su concepción y nacimiento virginal, su vida, su ministerio, su
doctrina, su sacrificio, su muerte, su expiación, su resurrección, sus
apariciones, su ascensión, su segunda venida, todo está saturado de este
gran misterio de la piedad. Cada edad en el mundo ha tenido sus grandes
personajes o protagonistas, pero Jesús es único en todas las edades.
Dios por nosotros, Emanuel, el Verbo, el Hijo de Dios, y al mismo tiempo
es Jesús el Hijo del Hombre, Redentor, Siervo, Dios y Hombre, divino y
humano; su divinidad era real y verdadera, su humanidad era real y
verdadera, ¿cómo puede ser esto? ¿cómo? “Grande es el misterio de la
piedad”.
A veces hay quienes quieren penetrar estos misterios divinos con las
sandalias de la especulación y de las interpretaciones. No toca a
nosotros ni tampoco podemos entenderlo todo ni explicarlo todo. Los más
renombrados científicos no pueden entender ni explicar los misterios del
mundo físico y material; tampoco los más versados teólogos pueden
entender ni explicar estos grandes misterios de la piedad. El gran
apóstol Pablo le fue revelado mucho acerca de estos misterios y tuvo que
exclamar: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la
ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus
caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su
consejero?” (Romanos 11:33-34).
“Grande es el misterio de la piedad”. Lo que realmente necesitamos no
es conocer, analizar, descifrar, explicar el misterio de la piedad; lo
que necesitamos es tener piedad, ser de una vida piadosa, de un carácter
piadoso. Hay quienes tienen apariencia de piedad pero niegan la
eficacia de ella y toman la piedad como fuente de ganancia. La
exhortación bíblica es: ejercítate para la piedad, la piedad para todo
es provechoso, sigue la justicia y la piedad, y enseña la doctrina que
es conforme a la piedad.
“Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne”.
Con sobrada razón los ángeles cantaron en la mañana de la primera
navidad: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres!”
Deseamos una hermosa navidad con Cristo a todos nuestros amados lectores. Dios les bendiga.
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