A 442 años de haber visto la luz, la Biblia del
Oso, primera versión completa de las Sagradas Escrituras al castellano y,
traducida de los manuscritos originales, es considerada una obra cumbre dentro
de la literatura española
Quién podría imaginar que el sueño de dos monjes
jerónimos, de traducir la Biblia al castellano, quienes por ello fueron
perseguidos por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, llegaría a
convertirse en la traducción que cambiaría la vida de millones de
hispanohablantes.
Este piadoso anhelo dio inicio en el siglo XVI,
hace más de cuatro centurias, en 1569, cuando salió publicada la primera
traducción completa de las Sagradas Escrituras al castellano. En su primera
edición fue dada a conocer como la Biblia del Oso, y años más tarde, en 1602,
como la Biblia del Cántaro.
La Biblia del Oso marcó un hito en la historia de
los hispanohablantes, por ser la primera versión íntegra, traducida directamente
al castellano de los idiomas originales -hebreo y griego-. La primera
publicación fue denominada la Biblia del Oso por el emblema que aparecía en su
portada: un oso de pie junto a un arbusto, tratando de alcanzar una colmena para
beber su miel, logotipo del impresor bávaro Mattias Apiarius. Esta ilustración
se utilizó dado que se quería evitar el uso de iconos religiosos, porque en
aquella época estaba prohibida cualquier traducción a lenguas vulgares de las
Sagradas Escrituras, lo cual hubiera representado, para quienes infringieran
dicha norma, la pena de muerte en la hoguera.
La traducción estuvo a cargo del monje Jerónimo y
humanista sevillano Casiodoro Reina, y la revisión fue llevada a cabo por su
compañero Cipriano Valera.
Por su traducción directa de los idiomas
originales la Biblia del Oso mantiene el tono de los mismos.
En el trabajo realizado por Reina es importante
destacar su valor literario, principalmente por dos motivos: primero, por la
calidad de su lengua, que la convierte en un monumento de la literatura
iberoamericana; y segundo, por su extrema fidelidad al original, ya que recoge
el tono primordial de las tradiciones hebreas, que rara vez consiguen otras
traducciones, más apegadas al sentido doctrinal y teológico.
Por su parte, Valera dedicó 20 años de su vida a
la revisión del trabajo de su coterráneo y compañero de claustro. Como
resultado, la referida versión salió publicada en 1602 y fue llamada la Biblia
del Cántaro, porque en la portada podía verse estampada la imagen de dos
hombres: uno que está plantando un árbol, mientras el otro lo riega con agua que
sale de un cántaro.
Según algunos expertos, esta ilustración fue
tomada en alusión al texto bíblico de la Primera Carta a los Corintios 3:6: “Yo
planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. Asimismo, se
considera una referencia a que con la primera edición (Biblia del Oso),
realizada por Reina, se había plantado la semilla de la Palabra de Nuestro Señor
y, nuevamente, en la revisión de Valera, se contribuía a irrigar lo sembrado,
con el propósito de que creciera y fructificara.
La citada revisión es una de las más admiradas,
tanto para eruditos protestantes como para aquellos que no participan en esta
interpretación de las Sagradas Escrituras, por la excelente calidad de la
misma.
De acuerdo con el pie de imprenta, entre ambas
ediciones -la Biblia del Oso y la Biblia del Cántaro- mediaron 33 años; sin
embargo, desde el momento en que las personas entraron en contacto con ellas,
sus vidas fueron transformadas.
Samuel Escobar Aguirre, presidente honorario de
Sociedades Bíblicas Unidas y catedrático de Misionología en el Seminario
Teológico de Pennsylvania, destaca que ambas publicaciones tuvieron lugar en la
Europa del siglo XVI, en especial porque el culto protestante tenía como tema
central la lectura y explicación de la Biblia.
Por otra parte, la conversión era un desafío,
pues en aquella época muy pocos sabían leer y escribir, ya que durante la Edad
Media dicho conocimiento había estado restringido al clero y, en alguna medida,
a la nobleza. De manera que quienes sí podían hacerlo, encontraron un
insuperable estímulo para crear programas de alfabetización, con la finalidad de
que la Palabra de Dios, con sus sabias enseñanzas, pudiera llegar a todos.
Aunque 1569 y 1602 fueron años de regocijo, pues
era la primera vez que se tenía la Biblia completa traducida al castellano, para
Casiodoro Reina y Cipriano Valera también significó la persecución, por parte de
los jerarcas de la Iglesia Católica de aquel entonces, cuyas penas iban desde la
encarcelación e inenarrables formas de suplicio, hasta la muerte en la
hoguera.
AMBOS MONJES ERAN PARTE DEL CLAUSTRO OBSERVATORIO
DEL MONASTERIO DE SAN ISIDORO DEL CAMPO Y COMPAÑEROS DE FE, PERO SU APEGO AL
PROTESTANTISMO, QUE INCLUÍA LA LECTURA E INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA, LOS OBLIGÓ
A HUIR DE ESPAÑA, DONDE LA IMPLACABLE INQUISICIÓN HABÍA PUESTO PRECIO A SUS
CABEZAS. CON EL POSTERIOR ESTUDIO DE LA HISTORIA ES DE TODOS CONOCIDO QUE,
DESAFORTUNADAMENTE, ESTE TRIBUNAL COMETIÓ SERIOS AGRAVIOS ENTRE LA POBLACIÓN QUE
NO ERA AFÍN SUS CREENCIAS.
La huida provocó que, tiempo después, sus
esfinges fueran quemadas en la hoguera, así como todos sus escritos, entre ellos
la traducción y revisión de las Sagradas Escrituras, que fueron incluidas en el
llamado “Índice de los Libros Prohibidos” –Index Librorum Prohibitorum- y por lo
mismo se les declaró heresiarcas, es decir, jefes de los herejes.
En su angustioso periplo, ambos religiosos
llegaron, por fin, a Ginebra, donde los esperaba un escritor protestante español
y también perseguido, Juan Pérez de Pineda. Sin embargo, lo que Reina vio en
esta ciudad no le agradó, pues los creyentes refugiados pasaban por
tribulaciones, además de la condena a muerte de Miguel Servet, y la rigidez
religiosa lo llevó a afirmar que “Ginebra se había convertido en una nueva
Roma”.
Por lo anterior, en 1558 Casiodoro Reina viajó a
Frankfurt y de allí a Inglaterra, donde Isabel I, recién ascendida al trono,
concedió libertad de culto reformado. En Londres, con autorización de la
monarca, estuvo a cargo de la iglesia Santa María de Harás, y le fue asignada
una pensión de 60 libras. Allí se casó con la viuda de un médico francés.
Sin embargo, al cabo de un tiempo fue acusado,
falsamente, por el rey español Felipe II, apoyado éste por la Inquisición, de
graves faltas de carácter moral y teológico, así como de sodomía, difamación
que, sin duda, buscaba menoscabar su influencia y creciente solidez
espiritual.
De Inglaterra se trasladó a Amberes, donde vivió
escondido en la casa de Marco Pérez, un relevante calvinista. Durante los
siguientes tres años anduvo errante entre Frankfurt y Heidelberg, el sur de
Francia, Basilea y Estrasburgo. Debido a las falsas sindicaciones que le
impidieron estar al frente de iglesia alguna, se dedicó al comercio de libros y
sedas, pero sin descuidar la traducción de la Biblia.
En 1578, Casiodoro Reina viajó a Inglaterra para
comparecer ante el tribunal eclesiástico londinense y así quedar libre de los
falsos cargos, donde tardó un año en probar su inocencia. Esto le permitió
volver a ejercer su misión de pastor nuevamente, a pesar del acoso de los
calvinistas, de quienes, a causa de su carácter conciliador, logró finalmente
ganarse su amistad. Sin embargo, en 1585, tropas españolas tomaron Amberes,
ciudad cercana a Bélgica, y expulsaron de allí a todos los protestantes.
Ya en Basilea, Suiza, y como fruto de su
inquebrantable voluntad, Reina concluyó y pudo publicar, en 1569, la traducción
al castellano de la Palabra de Dios, que con tanto sacrificio y determinación
había llevado a cabo. Los líderes cristianos y el concejo municipal de esa
ciudad habían apoyado su labor con firmeza, y como muestra de gratitud Casiodoro
Reina dedicó un volumen de su edición de las Sagradas Escrituras a la Biblioteca
de la Universidad de Basilea.
El nombre oficial de la truduccion fue, en ese
entonces, “La Biblia que es, los Sacros Libros del Viejo y Nuevo
Testamento/Trasladada en español, 1569″ hoy conocida como la Biblia del Oso y
más tarde daría origen a lo que hoy conocemos como La Versión Reina-Valera.
La primera edición constó de 2,600 ejemplares, y
en 1581 se cree que se imprimieron otros 1,600. A muchos de estos últimos, con
el propósito de que no fueran confiscados por el Tribunal del Santo Oficio y así
facilitar su distribución, se les cambiaron las portadas por la del célebre
diccionario de Ambrogio Calepino.
En los siguientes años otras reimpresiones de la
Biblia continuarían saliendo a la luz, pero se iban actualizando las portadas,
lo que explica por qué existen algunos con el falso pie de imprenta “Frankfurt
1602”, “Frankfurt 1603” y “Frankfurt 1622”, ya que no correspondían a una nueva
edición sino a la misma, original. No obstante, a pesar de todos estos
obstáculos, que incluyeron la quema de varios ejemplares por parte de la
Inquisición, los que se salvaron de ese destino se agotaron.
CASIODORO REINA COMPLETÓ LA TRADUCCIÓN DE LA
BIBLIA AL CASTELLANO Y CIPRIANO VALERA DEDICÓ 20 AÑOS A SU REVISIÓN. ESTA
TITÁNICA LABOR TRAJO LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS A QUIENES HABLABAN ESTA
LENGUA.
Cipriano Valera, igual que Casiodoro Reina, viajó
a Inglaterra, donde decidió radicarse y vivió la mayor parte de su vida. En esa
ciudad contrajo matrimonio en 1563, aunque, a diferencia de su amigo, no se
codeó con la nobleza.
Valera trabajó como miembro del prestigioso
Magdalene College de Cambridge, donde impartió la cátedra de Teología. En 1559,
gracias al título académico que había obtenido en Sevilla, se incorporó al
claustro de profesores de la también acreditada Universidad de Cambridge.
Durante dos décadas se dedicó a revisar la
traducción de su amigo, Casiodoro Reina. El propio Valera lo testifica cuando
expone: “Yo siendo de 50 años comencé esta obra: y en este año de 1602 en que ha
placido a mi Dios sacarla a luz, soy de 70 años (edad es esta en que las fuerzas
desfallecen, la memoria se entorpece y los ojos se escurecen.) De manera que he
empleado 20 años en ella”.
Como excelente lingüista que era, Valera estaba
consciente que, con el transcurso del tiempo, todas las lenguas evolucionan y se
transforman, por lo que ninguna traducción puede ser considerada definitiva, y
el hecho de haber llevado a cabo la revisión de la realizada por su amigo había
tenido esa única motivación, pues él reconocía la excelencia del exhaustivo
trabajo de Reina.
Asimismo, y como consecuencia de que muchos
ejemplares de la Biblia del Oso habían sido destruidos, entendió la necesidad de
seguir imprimiendo otros, sólo que con una ortografía actualizada y notas que
“iluminasen el sentido de los textos bíblicos”, para que los lectores de habla
española pudieran apreciar su lectura con mayor facilidad.
De esta manera, el propósito de la revisión fue
preservar, revisar y corregir la traducción de su predecesor, Casiodoro Reina.
El resultado fue un texto de esmerada y excepcional calidad literaria.
Lo anterior da testimonio de que a pesar del
sacrificio que representó para estos dos ilustres hombres tener que afrontar
tantos peligros e inconvenientes, entre ellos la despiadada persecución de que
fueron víctimas, ninguno renunció a su condición de españoles. El profundo amor
por su patria, sus autoridades y su gente nunca los hizo desistir de su
entrañable labor, porque tenían la inspiración divina de que toda persona cuya
lengua fuera el castellano, pudiese tener la oportunidad de leer la Biblia en su
idioma vernáculo.
En uno de sus tantos escritos, Cipriano Valera
manifestó: “Orad por nuestra España y principalmente por el Rey y por todos
aquellos que tienen el gobierno de la república, que Dios les haga gracia de
leer y meditar la Sagrada Escritura”.
Aunque dadas las condiciones de aquella época la
Biblia en castellano no pudo ser impresa y publicada en la tierra donde se
hablaba esta lengua, conmovió a la España del siglo XVI, y más de 440 años más
tarde continúa transformando la vida de millones de hispanohablantes. Hoy es
conocida como la Versión Reina-Valera, en honor a estos dos piadosos servidores
de Dios que sólo quisieron cumplir con Su llamado.
Como indica Valera en la presentación de la
Biblia: “Mi intento ha sido servir a mi Dios, y hacer bien a mi nación. Y qué
mayor bien les puedo hacer que presentarles el medio, que Dios ha ordenado para
ganarle ánimas, el cual es la lección de la Sagrada Escritura (…) Plega a su
Majestad quiera por su Cristo aceptar este mi MINCHAH, este mi sacrificio
vespertino, que yo le ofrezco en mi vejez. Suplícole bendiga esta su obra, para
que su sacrosanto nombre, el cual es anunciado en ella, sea santificado en
España, como lo es en otras naciones”.
*Fuentes Consultadas: “Los mudos hablan… Y en
buen castellano”. Samuel Escobar Aguirre, presidente honorario de Sociedades
Bíblicas Unidas, catedrático de Misionología en el Seminario Teológico de
Pennsylvania, Estados Unidos. “Una ilustre revisión. La Biblia en las
Américas”. Número 262/2003. Doctor Plutarco Bonilla, consultor –jubilado- de
Traducciones de Sociedades Bíblicas Unidas. “La Biblia del Siglo de Oro”.
Antigua traducción de Casiodoro Reina (1569). Revisada por Cipriano Valera
(1602). Edición íntegra en español contemporáneo. Sociedad Bíblica de España.
Sociedades Bíblicas Unidas. Madrid, 2009.
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